Si creen que les asiste la razón, ¿por qué no dialogar? Si tan seguros están de sus números y argumentos ambientales, ¿por qué descalificar a quienes básicamente piden cuidar cenotes, cuevas, ríos submarinos y árboles, a quienes sólo demandan que se cumpla la ley?
La secretaria María Luisa Albores, titular de Medio Ambiente de López Obrador, estuvo en la mañanera del lunes. Fue parte de los funcionarios que el Presidente puso a hablar sobre las bondades del Tren Maya. Pero ella profirió, también, innecesarias y muy reveladoras descalificaciones.
Que el Presidente es una fuente inagotable de epítetos es un lugar común hoy en México. De él ya nadie puede esperar que se abra a dialogar, o que escuche a los que piensan distinto; y mucho menos se espera del tabasqueño que busque la negociación o que atienda comentarios a sus iniciativas o proyectos. Descalificar es lo suyo y, en mala hora, ha contagiado a colaboradores como Albores.
Ella es la respuesta viviente a quien, medio extraviado luego de todo lo que hemos visto en el sexenio, todavía se pregunte si acaso queda algún funcionario en el entorno presidencial que aconseje al mandatario de que hay peticiones atendibles, de que no todo asunto merece ser utilizado para la confrontación.
El cambio de trazo del Tren Maya de Cancún a Tulum ha provocado la alerta de ambientalistas de larga experiencia y de ciudadanos dedicados a todo tipo de actividades, públicas o privadas, entre ellos gente de la actuación.
El riesgo de poner sobre terreno kárstico al tren sin hacer los estudios debidos, y la prisa por ejecutar una obra incluso antes de tener la manifestación de impacto ambiental de la misma, como se reconoció en esa misma mañanera, han sido cuestionados de manera pacífica. Eso, y la deforestación que implica la nueva ruta.
Frente a tales cuestionamientos el Presidente ha recurrido a denostar a quienes participaron en un video de protesta –Eugenio Derbez, entre otros–, y rechazó la petición del diálogo que le plantearon. Mala cosa, pero –insisto– eso ya no sorprende de AMLO.
El tema ha escalado a un punto de confrontación innecesaria. Estamos ante una versión parecida a aquello de que el Congreso de la Unión no le puede cambiar ni una coma a las iniciativas del Presidente: cerrazón total.
Andrés Manuel debería saber que también puede ganar sin pelear, bastaría con nombrar una delegación gubernamental para dialogar con ambientalistas, comunidades e interesados sobre dudas de los tramos 5, 6 y 7 (estos dos últimos a cargo del Ejército y que bordearán reservas naturales). No sería la primera vez que hubiera diálogo.
Pero el Presidente tiene prisa, por eso hizo desfilar el lunes en Palacio a varios colaboradores. Y lamentablemente atestiguamos que la cultura de alergia al diálogo ha contagiado a gente como Albores.
La secretaria de Medio Ambiente presumió ese día que han plantado 143 millones de árboles a lo largo de la ruta del Tren Maya, pero que en el pedacito “de Playa del Carmen y Tulum, este pedacito nada más, es donde nos han hecho mucho, mucho ruido”.
Eso dijo Albores, y al presumir las iniciativas gubernamentales de conservación reclamó que de eso no hablan quienes “se están desgarrando las vestiduras”.
No, secretaria, sus gobernados no hacen ruido ni se rasgan nada. Sólo piden diálogo. Eso se llama democracia.
¿Qué clase de gobierno es éste? ¿Qué autoridad es ésta que no atiende preocupaciones por un intempestivo cambio de ruta y por la falta de estudios y permisos del Tren Maya?
Es un gobierno que pierde autoridad a pasos agigantados.
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