Reseña de ‘Asesina’: la descripción ocasionalmente intrigante de la espiral mental de la partera griega no logra ser coherente

Con un título como “Asesina”, no puede sorprendernos hacia dónde se dirige la presentación de Grecia a la categoría de largometraje internacional del Oscar. La tercera adaptación de la aclamada novela corta de Alexandros Papadiamantis sigue el lento desmoronamiento psicológico de una anciana partera mientras se enfrenta a la cada vez peor sociedad patriarcal a la que ayuda. aunque director eva nathena y la guionista Katerina Bei intentan rastrear el estado mental de su protagonista, pero con frecuencia se pierde en un enfoque confuso que mezcla la fría realidad con flashbacks febriles y fantasía.

Marcada por una sensación endémica de aislamiento, “Murderess” comienza con un grupo de chicas no identificadas bailando en círculo, cantando una canción deseando que solo hubiera niños entre ellas. Siguiendo una cita del poeta griego Odysseas Elytis sobre la inevitabilidad de que el pasado se imponga en el presente, se presenta a Hadoula (Karyofyllia Karabeti) como se la ve tan a menudo en la película: caminando rápidamente en medio de un terreno rocoso para ayudar a una mujer en medio de la agonía. parto. Para disgusto de toda la sala, el bebé es una niña, el último de una serie aparentemente ininterrumpida de nacimientos femeninos en la isla egea de Skiathos.

Aunque “Asesina” tiene lugar a principios del siglo XX, su apariencia y la sensibilidad de los personajes parecen pertenecer a un período mucho anterior. Los niños, casi invisibles durante el transcurso de la película, son apreciados aún más de lo que lo serían por la sociedad promedio, y las mujeres rutinariamente intentan usar hierbas y otros tratamientos prescritos por Hadoula para asegurarse de tener un hijo. Ninguno de estos esfuerzos parece llegar a nada, y la necesaria pausa de anticipación y la posterior reacción depresiva o de ira informan la mayor parte de la dinámica del personaje en juego aquí.

Por su parte, Hadoula tiene tres hijas y dos hijos. Estas últimas se han alejado del pueblo y no aparecen, mientras que las primeras se quedan y ayudan a su madre, siendo la mayor literalmente una solterona. Además de su agotadora rutina de entregar decepciones, Hadoula también tiene que lidiar con sus propios problemas en forma de una visión de su difunta madre (Maria Protoppapa).

Su madre, que aparece por primera vez como una observadora silenciosa cuya mirada atraviesa a Hadoula mientras le da las malas noticias a un paciente, rápidamente se convierte en una presencia recurrente. El siniestro ancestro aparece tanto en el presente como un recordatorio silbante y burlón de la incapacidad de Hadoula para mejorar el estatus de las mujeres de su aldea como en flashbacks, donde la joven Hadoula (Georgianna Dalara) es entrenada sin piedad para seguir los pasos de su madre y asumir el poder. papel de partera del pueblo. Estos hilos crecen gradualmente en intensidad hasta que Hadoula llega a un punto de ruptura y se producen una serie de eventos cada vez más inverosímiles.

Dado el título contundente, puede ser fácil adivinar hacia dónde se dirigen finalmente los pensamientos de Hadoula, pero esta progresión se ve frenada por la naturaleza programática del enfoque de Nathena. Hay numerosos momentos en los que se pierde en un sueño o en un recuerdo antes de despertarse repentinamente, a menudo delineando con demasiada claridad los límites de una película aparentemente sobre los delirios de su personaje principal. La sociedad que la rodea generalmente se reduce a tipos obvios (un marido abusivo, un sacerdote ciego, un yerno borracho) que a su vez simplifican la confusión que enfrenta Hadoula.

“Murderess” hace buen uso de dos activos clave. La primera es Karabeti, quien asume hábilmente la carga de representar la transformación física y mental de su personaje. Ya marchita pero aún contundente al principio, su interpretación comprometida fundamenta algunos de los cambios más extravagantes entre la duda y el fervor. El otro es el propio Skiathos, con sus pueblos hechos de piedras en capas y construidos a lo largo de una extensa cresta en la niebla, lo que otorga una sensación automática de misterio que ayuda enormemente a mantener el estado de ánimo de la película.

Si bien “Murderess” es una película deliberadamente enclaustrada, los paralelos con otras sociedades de otras épocas son inmediatamente evidentes mucho antes de su conclusión. Después de las imágenes finales, aparece un quirón, que explica la relevancia de un punto específico de la trama y lo vincula con una crisis histórica y en curso. El repentino cambio de escala parece, en el mejor de los casos, torpe, especialmente cuando el conjunto de circunstancias que se acaban de ver en la película se presentan de forma tan amplia y extrema. Aunque “Murderess” no está exenta de momentos fascinantes, la inflexibilidad de su enfoque resulta ser un defecto fatal.