Realidad juvenil en España: Salarios bajos, vivienda cara y la educación como esperanza

Dos estudios recientes, uno de la Fundación BBVA y otro del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), revelan que la generación actual enfrenta desafíos económicos que sus padres y abuelos no experimentaron en la misma medida. Bajos salarios, elevados costos de vivienda y la educación como un faro de esperanza son los elementos que definen la realidad juvenil en nuestro país.

Si tienes menos de 29 años, probablemente te sientas reflejada en la realidad que describen estos estudios. Más del 50% de los jóvenes se enfrenta al ahogo económico cada final de mes. La búsqueda de soluciones implica compartir vivienda para reducir gastos, ya que los salarios iniciales en el mercado laboral son, según los estudios, un 35% inferiores a la media.

En una España donde el salario medio fluctúa entre los 12.000 y los 21.000 euros al año, el desafío de subsistir se acentúa, especialmente en ciudades como Madrid y Barcelona, donde los alquileres y el costo de vida en general son más elevados.

Sin embargo, no todo son malas noticias. Los estudios también destacan que la educación se erige como la herramienta más eficaz para escalar económicamente y socialmente. Según el informe de BBVA, los estudios son fundamentales para superar las barreras de clase social. Al mismo tiempo, la falta de educación puede precipitar un descenso rápido en la escala social, como indica el dato de que el 38,5% de aquellos que provienen de un estrato socioeconómico alto pero solo cuentan con estudios obligatorios terminan descendiendo a un estrato bajo.

Incluso aquellos que han alcanzado niveles superiores de educación se enfrentan a la cruda realidad laboral. El 25,4% de los jóvenes trabaja a tiempo parcial, 12 puntos porcentuales por encima de la media nacional, y la tasa de temporalidad duplica el promedio.

Otro dato revelador es que los jóvenes de hoy alcanzan la equiparación salarial con el resto de los trabajadores a los 34 años, mientras que sus padres lo lograron siete años antes, a los 27. Este retraso impacta en la capacidad para adquirir vivienda, formar una familia, independizarse o comprar un automóvil. En contraste, sus padres ya eran financieramente solventes a la edad de 27 años.

A la par de estos desafíos, surge un preocupante dato adicional: la disminución de la población joven. Representan ahora el 14,8% de la población, nueve puntos porcentuales menos que en 1995. Esta reducción ha llevado a una pérdida de interés por parte de los políticos, quienes han dirigido menos recursos y atención a los problemas específicos de esta generación. Con solo el 14,8% de la población, los jóvenes han perdido influencia en las políticas públicas, quedando relegados frente a colectivos más numerosos.