Hace unos días entré en crisis. Había tenido un par de semanas con mucho estrés y jornadas extendidas en el trabajo. En mi afán de querer cumplir como madre, terminé siendo la ogresa. El cansancio no me permitió tener la paciencia que los hijos requieren y la adulta terminó comportándose como la niña berrinchuda que nadie quiere. Aunque sé que es normal que de vez en cuando los padres perdamos la calma, el remordimiento no me deja en paz. Como decía, la adulta soy yo. Pasado el momento, cuando la calma llegó después de la tormenta, ya que logré tener la mente dispuesta a profundizar en lo que había pasado, analicé la posibilidad de tener un plan para evitar estos problemas.
Identificar mi estado de ánimo. Cuando tengo hambre o sueño, cuando siento cansancio o tengo impaciencia por terminar labores del hogar o por querer resolver temas laborales, de antemano sé que no puedo estar al cien por ciento con mis seres queridos y que eso puede derivar en problemas. También debo reconocer el estado en el que se encuentran mis hijas ya que ellas apenas empiezan a descubrir lo que son los sentimientos y es más difícil para los pequeños ponerles nombre a cada sensación. Cuando son pequeños confunden el hambre con el sueño o no distinguen el cansancio.
Detectar qué es lo que me molesta. Quizá un día pasa algo muy puntual pero también puede ser algo que se hace rutina y que al no corregir a tiempo ocasiona una molestia acumulada, como una bomba de tiempo que tarde o temprano estallará. Si ya me estoy exaltando, ser consciente y controlarme. Es necesario evitar decir o hacer algo de lo cual nos podamos arrepentir. Respirar, hacer una pausa ayuda bastante. Si hay alguien más que me pueda apoyar, un adulto responsable, pedirle que sea quien tome la batuta y hable con los hijos de manera más calmada. También he notado que doy indicaciones ambiguas, que no soy muy precisa a la hora de pedir algo. Las reglas que les demos a los pequeños deben ser claras, breves y una a la vez. Darles muchos detalles o varias indicaciones al mismo tiempo los confunde. Recordar que entre más pequeños, se distraen fácilmente. Si siendo adultos es todo un reto, qué podemos esperar de esas mentes que desbordan imaginación. Respirar profundamente, salir de la habitación, caminar… buscar algo que nos despeje la mente y que nos permita ser objetivos. A veces parece que agarramos viada y sacamos todo lo que acumulamos en el día o la semana. Mezclamos problemas del trabajo con lo familiar o viceversa. Es injusto para cualquiera.
Debemos tener siempre presente la relación que queremos formar con nuestros hijos. Cuando son pequeños aprenden nuestros hábitos, así que busquemos el ejemplo que queremos ser para ellos. Definamos la relación que queremos llevar con ellos, una caótica con subidas y bajadas, o establecer una unión calmada y respetuosa.
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