Un número creciente de empresas incorpora el salario emocional como beneficio ofrecido a sus empleados. Analizaremos el concepto a manos de una experta, destacando los riesgos asociados.
Aparte del salario, ¿es posible compensar emocionalmente el trabajo? Aunque pueda sonar como una pregunta trampa, el concepto de salario emocional ha ganado relevancia en el ámbito de recursos humanos, captando la atención de empresas y empleados. Ahora bien, ¿a qué nos referimos precisamente cuando hablamos de salario emocional?
No existe alguna definición oficial de este concepto, pero nos podemos referir a la de Marisa Elizundia, experta en Recursos Humanos, quien explica en el sitio web Salary Barometer lo siguiente: «El salario emocional está constituido por aquellos beneficios no económicos que obtenemos del trabajo, que nos motivan, cambian nuestra percepción del trabajo y nos llevan al desarrollo personal y profesional. Es subjetivo y será diferente para cada individuo. Para algunas personas, el aspecto más importante del trabajo puede ser la oportunidad de socializar y hacer amigos, mientras que para otras esto puede no tener ninguna relevancia. Al mismo tiempo, el tener la oportunidad de convertirse en un experto en cierta área o de potenciar su creatividad puede ser lo que otras personas más valoran»
Elizundia, quien enfatiza que un salario emocional elevado nunca puede compensar un salario económico bajo, también enumera varios elementos que permiten evaluar el salario emocional, abarcando desde la creatividad y la autonomía hasta el propósito, el disfrute, la pertenencia, y el desarrollo personal y profesional. Para determinar si estás recibiendo el salario emocional que mereces, la especialista sugiere seleccionar los factores más relevantes para ti y analizar si tu empresa los cumple.
El salario emocional explicado por una experta
Según la psicóloga experta en desarrollo profesional y empleabilidad, María Gutiérrez, este concepto recién introducido posee implicaciones adicionales. Y no todas son tan favorables como sugiere su denominación. «Es un concepto que se han inventado las empresas y que se refiere a esos beneficios que disfrutan los empleados que no están directamente relacionados con el sueldo. Es una forma de diferenciarse de la competencia en lugar de entrar en una guerra de salarios por los mismos perfiles», indica.
Varias de sus expresiones son más concretas, mientras que otras, tal como nos dice su denominación, son más de índole emocional. «En la primera categoría pueden estar los planes de carrera o formación, que es algo que interesa mucho a las empresas, pero también seguros médicos, coche de empresa, teléfono, viajes pagados o servicios como asistencia psicológica, guarderías, gimnasios…», explica la psicóloga, agregando que «En las empresas más pequeñas el salario emocional está más vinculado al aprendizaje, al vínculo con los fundadores o a las políticas de conciliación o flexibilidad horaria».
A pesar de las posibles ventajas que pueda ofrecer a los empleados, según Gutiérrez, este aspecto está más relacionado con la estrategia de las empresas para seleccionar mejor a sus candidatos y atraer más talento. «El salario verdaderamente emocional, que no debería llamarse salario porque no es económico, es el vínculo de la persona con la empresa. Cómo se viste la camiseta. Las empresas quieren que los buenos trabajadores estén comprometidos porque eso supone una ventaja respecto a las empresas de su sector».
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La búsqueda de aprobación mediante una muestra de aliento.
En realidad, este enfoque tiene una identidad específica. «El salario emocional es una estrategia dentro de lo que denominamos branding del empleador, que opera de manera similar al marketing, pero en lugar de dirigirse a la captación de clientes, se emplea para atraer talento que contribuirá a la máxima productividad de la empresa«, continúa explicando Gutiérrez.
Ante la pregunta de que si esto puede ser una trampa ante situaciones de bajo sueldo o dificultades laborales, la experta responde: «Es una trampa que nos estamos haciendo a nosotros mismos y que aceptamos de manera voluntaria. A menudo, está relacionada con la falta de autoestima o el síndrome del impostor. Debemos ser responsables de nuestro bienestar emocional, de nuestra claridad mental y solo delegar en las empresas ciertas cuestiones, pero no algo tan importante como nuestra salud mental».
Según la especialista, el deseo de ser reconocido mediante elogios de un superior o incluso de un colega está relacionado con algo que impacta a la mayoría de las personas: la denominada dependencia profesional. «Según un estudio que hemos elaborado con una muestra de más de 1.000 profesionales, el 96% de los trabajadores tienen algún tipo de dependencia respecto a su titulación o la empresa en la que trabajan».
Para saber cuáles son las señales de esa dependencia, nos podemos preguntar si hemos llegado al pensamiento de «al menos trabajo de lo mío», «al menos tengo un buen sueldo» o «al menos trabajo en una gran empresa o soy fijo». Gutiérrez concluye que estos son claros indicativos que evidencian una dependencia profesional, ya que sin duda muestran que estamos sacrificando algo.
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